Globalización y educación
Como simples ciudadanos cada vez somos más conscientes de que vivimos en un mundo que se ha globalizado: el fenómeno toca ya todos los aspectos de la vida social, la economía en primer término.
Como nunca, los procesos culturales educativos trascienden las fronteras y, apenas sin sentirlo, se “globaliza” también nuestra percepción del mundo.
Las nuevas tecnologías y su aplicación al desarrollo de la producción, las finanzas y los servicios, entre otras áreas, han impuesto un ritmo de vértigo a los asuntos humanos. En pocos segundos nos enlazamos con países remotos, hablamos e investigamos de un lado al otro del planeta.
Estamos, pues, ante una auténtica revolución del conocimiento, incomparablemente mayor y más profunda que otras ocurridas en la historia. Aunque estos cambios son positivos y ya se hacen sentir incluso en la vida diaria, aún desconocemos a ciencia cierta hacia dónde nos llevará esta revolución en marcha y cómo transformará a las sociedades y sus paradigmas.
¿Educación para toda la vida, capacitación para el trabajo, educación permanente y así un largo etcétera? Son preguntas que hoy se nos plantean bajo la óptica de ese cambio global que nos condiciona y afecta en todos los órdenes de la vida.
Sin embargo, aunque la velocidad con que se han producido tales cambios no nos ha permitido responder cabalmente dichas preguntas, ahora, por lo menos, tenemos conciencia de su importancia.
En sentido estricto (la globalización) es el proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar como unidad en tiempo real a escala planetaria. Es un fenómeno nuevo, por lo que sólo en las dos últimas décadas del siglo XX se ha constituido un sistema tecnológico de sistemas de formación, telecomunicaciones y transporte que ha articulado todo el planeta en una red de flujos en los que contrafluyen las funciones y unidades de todos los ámbitos de la actividad humana... La economía global –nos sigue diciendo Castells– incluye en su núcleo fundamental, la globalización de los mercados financieros, cuyo comportamiento determina los movimientos de capital, las monedas, el crédito y por lo tanto las economías de todos los países...
Si aceptamos que de la producción de conocimientos y de mecanismos o redes de información depende el estar o no en el nuevo mundo globalizado, entonces es un imperativo que los distintos sistemas educativos reconozcan explícita y prácticamente la importancia de que las personas, las instituciones (públicas y privadas) y en definitiva los estados que agrupan a las naciones pongan al día sus capacidades en el menor tiempo posible.
Vivimos, pues, en un horizonte de necesidades insatisfechas, donde prevalece la desigualdad, la exclusión social como componente estructural del modelo económico. Y por si fuera poco, en las décadas recientes sufrimos la devastación paulatina de las riquezas naturales. El hábitat se destruye a ojos vistas, causando problemas que repercutirán en la calidad de la vida humana sobre la Tierra.
“La educación es la principal inversión de infraestructura en la era de la información. Pero la reforma educativa no consiste sólo en mayor escolarización o en introducir Internet en las escuelas. Pasa, sobre todo, por la formación de los formadores, tanto en método pedagógico como en conocimientos especializados y en familiaridad con las nuevas herramientas tecnológicas.... Implica también una utilización de las nuevas formas de enseñanza virtual que aceleran la formación de los formadores y permiten quemar etapas.
En cualquier caso, para ser útil al desarrollo, la reforma de los sistemas educativos, en especial la enseñanza universitaria, debe realizarse sin renunciar a su papel social, al ejercicio de sus propios valores críticos. O dicho en otros términos, se requiere asumir el cambio generado por la globalización sin convertir a los centros de enseñanza e investigación básica en meros apéndices instrumentales de los criterios económicos en boga.
Vincular educación y desarrollo es la tarea pendiente de nuestros países. No podemos conformarnos con ser meros agentes repetitivos de los que se hace o deja de hacer en los países desarrollados. Justo porque la realidad se ha mundializado, la enseñanza puede convertirse en una palanca impresionante para empujar al crecimiento y la equidad. América Latina y el Caribe tienen en sus universidades la mejor garantía para acceder a la revolución científica y tecnológica sin hipotecar su propio futuro.

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